viernes, 28 de agosto de 2009

Insomnio II

(Los números romanos siempre me incitan a pronunciarlos cual palabras en castellano... en este caso: "Insomnio í í" ó "Insomnio elie"). Una pequeña historia que me ocurrió hace un rato. Llamale alegoría, metáfora o metádentro. Puede que sea una pelotudez :)


Jimena cierra el libro porque lo ha concluido. "Un libro ingenioso", piensa para sí misma. Y aunque lo pensara en voz alta, nadie la escucharía, puesto que vive sola en una casa donde alguna vez vivió su abuela. Jimena mira el reloj y suspira. Son las cinco y ciencuenta y dos de la mañana, pese a la oscuridad que aún alberga lo invernal de agosto.

Le manda un mensaje a su madre. Ante todo, vale describir la ubicación espacial que pone a Jimena a enviar un mensaje de texto a su madre antes de las seis de la mañana. La casa de la progenitora está detrás de la casa de su primogénita, por lo que están separadas únicamente por un patio (además de puertas y paredes).

Así es como Jimena le pregunta a su madre si ya está despierta, a lo que ella responde afirmativamente.

Jimena considera que sería agradable desayunar junto a su madre y emprende camino hacia la casa de toda su infancia, que en algunos aspectos continúa siendo suya.

Ni bien abre la puerta de entrada, se ríe, un poco esperando que madre cuestione el motivo de su insomnio, y otro poco porque sabe que la escena no será lo que esperaba.

Tiene un hermano, pero en este momento duerme. Jimena saluda a la madre, pero no emite palabra cordial de saludo, sólo la mirada pícara de una hija que recurre a su madre por primera vez en dieciocho años de mal sueño.

La madre se está vistiendo. El agua de la pava sobre la hornalla está hirviendo. Jimena corre la pava del fuego, involuntaria e inconscientemente, como cada vez que escucha el silbido seco del agua en hervor. Incluso piensa que su madre jamás reparará a tiempo en el aviso sonoro y hasta visual de la pava, y que sus mates siempre van a quedar lavados por dicha razón.

Mientras madre se maquilla, peina y despabila, Jimena suelta algunas oraciones con poco peso, y le cuenta sobre su noche y acerca de su insomnio. La mujer se arregla frente al espejo, la hija se ríe sola.

Se ríe sola Jimena porque se ha dado cuenta que por más diálogo que pretenda entablar, por más relato que quiera hacer, su madre no prestará mucha atención ni le dará respuestas brillantes.

En un rapto de realismo, evadiendo toda actitud de despojo que haya sentido, Jimena entiende que son las seis de la mañana, que su madre ha dormido poco, y que ella es una extraña en esa rutina, a esa hora y en ese lugar.

Jimena toma un papel y una lapicera, y comienza a escribir esto.

Cruzarán algunas palabras más, siempre amigables; su madre ya está lista, y en ese transcurso ha despertado al hermano que luego se irá a la escuela, al mismo tiempo le comenta a su hija los planes y horarios del día.
Les da un beso a cada uno, cuidando el maquillaje, y emprende el viaje de salida.

Al cabo de una hora de su visita a la casa materna, la madre y el hermano se habrán ido, y Jimena se encontrará sentada, escribiendo quién sabe qué disparate.

Todo esto fue escrito en veinte minutos, tal vez sucedió en menos tiempo, pero se habrán dado cuenta... Jimena sigue insomne, y nuevamente sola en casa.

4 comentarios:

hasta el dominio del domingo dominó dijo...

Me encanta la forma en la que escribis...te encontré hoy pero prometo pasar seguido..

Un beso..

AEZ dijo...

Que la próxima Jimena avise, y le hacemos el aguante a su insomnio.

Fiorella Lucía dijo...

Esos son los momentos en que prendo la tele. Odio el insomio.

Saludos.-

Ivan J. dijo...

callate boluda, no flashies