martes, 4 de junio de 2013

Mudanza de blog



Me mudo de blog porque necesito pasar en limpio demasiadas cosas que acá quedaron desprolijas. De todos modos sé que cuando necesite un refugio volveré por acá, como siempre

Por ahora ya saben dónde encontrarme


Hasta siempre!

Jimena.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Nunca jamás

Tenés a los de la derecha que se cagan en todos y sólo quieren guita para ellos. Tenés a los más pobres, en la jerga del burgués, "los negros ignorantes", que no laburan y viven de arriba y les encanta tener pibes y vivir en la villa. Sí, sí, al parecer les encanta esa vida de miseria, obvio. Y después tenés a los que quedan inocentemente en el medio, a la clase media, los trabajadores, los que la
 pelean día a día. Esos también son los que ignoran la realidad que los rodea, somos, yo también pertenezco a esa franja de miedosos e ignorantes. Tenemos todo para estar mejor, nosotros los que podemos trabajar, estudiar, conocer, aprender, pero nunca progresar. ¿Viste que tenemos mucho en común con esos negros villeros que tanta bronca te dan?








Sin revolución todos vivimos muertos.

miércoles, 20 de junio de 2012

Cíclico





¿Y el enojo? 
Ay, el enojo...
El enojo es la decepción.








domingo, 10 de junio de 2012

Presos



   Una frontera, un límite, una pared, una división. Y ante esto el hombre, ya encerrado entre muros imaginarios, preso en una oscuridad que no es oscura, sino opresora. Entonces no es una oscuridad, sino simplemente una cárcel, una jaula. Y ahí está la cabeza, que es algo así como otro tipo de celda, donde encerramos a la mente y a todos sus productos, y rara vez los dejamos escapar. Tal vez sea el miedo, tal vez sea el temor a dejarlos salir, a liberar todo lo que hay dentro. Pero para dejar libre a aquello que hay ahí, primero es necesario descubrirlo. Entonces la inercia. La vida misma. La costumbre, la resignación. El sufrimiento. Y de nuevo otros límites: hay un límite para todo. Un límite para el miedo, para el amor, para el sufrimiento, para la libertad, para el pensamiento. El hombre es una limitación. Y la llave de la jaula se ha perdido. O está muy bien escondida.








(jajajaja, en el posteo anterior el poema "Chau pesimismo" y hoy esto, con lo que se entiende que no hay libertad alguna. Y no, no la hay, no la soñemos más. Lo que nos queda es generar momentos que nos produzcan bienestar y luchar para que todos puedan tenerlos)

sábado, 2 de junio de 2012

Chau pesimismo



     Ya sos mayor de edad
     tengo que despedirte
     pesimismo
     años que te preparo el desayuno
     que vigilo tu tos de mal agüero
     y te tomo la fiebre
     que trato de narrarte pormenores
     del pasado mediato
     convencerte de que en el fondo somos
     gallardos y leales
     y también que al mal tiempo buena cara
     pero como si nada
     seguís malhumorado arisco e insociable
     y te repantigás en la avería
     como si fuese una butaca pullman
     se te ve la fruición por el malogro
     tu viejo idilio con la mala sombra
     tu manía de orar junto a las ruinas
     tu goce ante el desastre inesperado
     claro que voy a despedirte
     no sé por qué no lo hice antes
     será porque tenés tu propio método
     de hacerte necesario
     y a uno lo deja triste tu tristeza
     amargo tu amargura
     alarmista tu alarma
     ya sé vas a decirme no hay motivos
     para la euforia y las celebraciones
     y claro cuandonó tenés razón
     pero es tan boba tu razón tan obvia
     tan remendada y remedada
     tan igualita al pálpito
     que enseguida se vuelve sinrazón
     ya sos mayor de edad
     chau pesimismo
     y por favor andate despacito
     sin despertar al monstruo.

Mario Benedetti.

lunes, 28 de mayo de 2012

La mala hora


  ¿Alguna vez les pasó de estar acostados, intentando conciliar el sueño, y que una catarata de pensamientos los haya obligado a dar vueltas para un lado, vueltas para el otro? A veces esos pensamientos están ligados a tonterías: aprovechar el insomnio para repasar la rutina del día venidero, o pensar en la ropa con la que vamos a ir a trabajar, recordar algún cumpleaños, organizar mentalmente la semana, en fin, hay ciertas cuestiones que podemos ir resolviendo mientras se espera la llegada del sueño. Pero qué pasa cuando los pensamientos te atacan, te invaden, no te dejan en paz. Y no hablo de no poder dormir por haber cometido un homicidio y cargar con la culpa. La invasión viene sola, desde lo más profundo, y trata de removerte por completo todo lo que hay guardado y te produce un cierto malestar. 
  Me acaba de pasar. Y tanta vuelta terminó en un llanto incontenible y la necesidad imperiosa de escribirlo en algún lado para descargar. No sé si llamarle obsesión o qué, con la forma de vida que tenemos. Esto de vivir atados a lugares infelices, de no poder disponer de un día para uno porque sí, que no sea el domingo. Eso de tener que dormirte sí o sí temprano porque al otro día tendrás que madrugar. Y no quisiera pasar por malcriada o vaga, ojalá mi querido lector no tenga que identificarse conmigo, no se lo deseo.
Lo peor de esta situación es que no está relacionada al desamor, a una ruptura, a un abandono, a una pelea, esto no tiene que ver con lo sentimental. ¿Qué se hace cuando la estructura entera se quiere venir abajo? ¿Vas a un psicólogo? Pero a veces es tan evidente lo que nos van a decir. Y en todo caso, no quiero que alguien me enseñe tácticas de adaptación a esta vida de mierda. Bueno, sí, el sistema es inevitable y no queda otra. Pero tampoco quiero que me receten ansiolíticos.
  Pienso un segundo en que hay millones de personas yéndose a dormir luego de tomarse un psicofármaco y me pregunto si a ellos les pasaba lo mismo que a mí. Y me pregunto por qué dejaron que les suprimieran la alteración con esas pastillas, si en sus vidas no cambió nada a nivel externo. Ahora son ellos los cambiados, los calmados, los apagados, a los que les bajaron todo tipo de preocupación con una droga. ¿Y a dónde fueron a parar todas las ganas de echar todo al carajo que tenían? Listo, uno menos que no está conforme con la vida que le imponen.
  Si esto lo leyera algún ser querido mío, diría que estoy deprimida. Y por mi parte, no creo que sea un estado depresivo: creo que estoy preocupada por lo que nos están haciendo a todos.

sábado, 26 de mayo de 2012

El problema del uasap



     Imaginemos una situación idílica y placentera, como lo es salir a comer a algún restorán la noche de algún viernes, con otra persona. Estamos sentados, conversando de la vida, comiendo, riendo, en fin, estamos pasando una linda velada. Hastaque: el interlocutor que me acompaña saca el celular de su bolsillo, lo mira, me mira, responde lo que acabo de decirle con un monosílabo, y sube el celular hasta la altura del pecho, su mirada queda fija ahí. Tal vez hasta esboza una sonrisita hacia la pantalla del aparato. Ahá. Qué ricos están los agnolottis, pienso mientras me como uno y miro el plato, luego la mesa de al lado, lo miro a mi interlocutor, miro el celular, y miro otro agnolotti del plato, la persona sigue ahí, dale que dale con las teclitas del celular. Muy rico lo que me pedí. Qué rápido que es con las teclitas. "¿Qué me decías?", escucho. "Ah, te decía que..." y continuo el relato. Le cuento algo que si bien no es lo más interesante del mundo, requiere de un oído dispuesto y de una respuesta con marcada reflexión. O al menos espero eso. Bueno, lo que sucede justo antes de que termine de contarle mi asunto, es que el celular (ya ubicado sobre la mesa, ya siendo un comensal más y un integrante más del diálogo, al parecer) vibra y acto seguido la persona lo toma, lo mira, me mira, lo interpone entre nuestros rostros, y teclea nuevamente. Yo intento seguir narrando mi parte, pero se me torna imposible sentir la conexión con el otro. Quiero decir, uno cuando dialoga, aparte de esperar una respuesta, intuye una cierta actitud de interés en el otro, de escucha. Eso evidentemente se está cortando, por lo cual me callo y miro atenta, a los deditos que teclean, a la cara que sonríe al celular, cual compinche. "Qué pelotudo", pienso. "Sí, disculpame, seguí contándome". Que te cuente qué, que me parecés un idiota cortándome la charla cada sesenta segundos con ese celular. Si le digo eso voy a pasar a ser una loca obsesiva y censuradora de comunicaciones con terceros no presentes, pero presentes por medio del aparatito. Y del "uasap", porque me contás (y no me interesa) que alguien te está enviando mensajes por uasap. Nunca usé eso, mi celular no lo tiene. Así que saco mi celular, totalmente básico, y mientras él teclea en su esmarfon, yo hago que escribo algo con el mío. Falso, claro, pero ya que estamos vamos a entrar en la estupidez y la falta de respeto. Guardo el celular luego de mirar la hora, y él sigue tecleando. Ahora nuestra conversación se torna alrededor del uasap. Sí, mi relato anterior quedó inconcluso, por supuesto. Cosas de la vida, mi incapacidad de síntesis o mi incapacidad de relatar con dinamismo, será. Entonces hablamos del uasap, le digo que no me gustaría tener porque considero que la gente te habla porque está al pedo, y te mantiene como un tarado prendido al teléfono. Tomá, te la dije. Y él asiente, dice que es cierto, pero que en todo caso no contestás. JAJA, me río fuerte. Comamos, mejor. Luego me comenta que "Me siento un tonto, la verdad, agarrando el celular cada dos segundos". OH, ALELUIA, YAVÉ. Y agarra el celular a los cuatro segundos. ¿Qué hago, me levanto y me voy, me levanto y voy al baño? ¿Me levanto, le saco el celular de las manos y lo rompo a pisotones en el piso? Sería gratificante. Yo lo miro, tal vez esperando me haga parte del diálogo virtual que está teniendo con quiensabequién. Y no, obviamente que no me cuenta quién mierda le rompe los huevos por uasap.Hasta pienso que eso de ponerse con el aparatito lo hace a propósito, porque lo mira y sonríe, o lo mira y me mira serio, como haciendoque me escucha. Pero luego recuerdo a todo mi entorno haciendo lo mismo: a mi mamá, a mis amigas cuando nos juntamos, en la facultad a los profesores, a mi jefe cuando le planteo algo importante. Hasta mi padre ahora tiene uasap, aunque no lo sepa usar. Uatpas con la gente.

Qué rico mojar el pan en la salsa.